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La reflexión final de Dante Gebel sobre arrepentirnos de los actos y seguir adelante

La reflexión final de Dante Gebel sobre arrepentirnos de los actos y seguir adelante

Según los estudios sociales, las personas tienden a lamentarse por cosas que nunca se animaron a hacer

La recta final del programa de Dante siempre está marcado por un momento que sus televidentes esperan con ansías y que tiene que ver con ese oasis previo a ir a dormir tras una jornada larga. En esta oportunidad, el conductor invita a reflexionar sobre el poder de saber arrepentirse, pedir perdón y seguir adelante en la vida. "Es la bitácora para poder pensar juntos", comenzó Gebel. 

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"Cuando se investiga el arrepentimiento y se le pregunta a la gente de qué se arrepiente más en la vida, ¿sabes cuál es la tendencia? Pero unánime, común denominador. Es la de lamentar las cosas que no hicieron", analiza y revela el conferencista. Es que frente a una situación así, el conductor nos invita a poder soltar esos momentos y continuar sin perder el enfoque. 

La reflexión completa de Dante Gebel sobre "Arrepentirnos de los actos y seguir adelante" 

 

Cuenta la historia que había un faquir de la India que inventó una fórmula para hacer oro. Entonces el tipo viajaba de un lugar a otro en busca de ingenuos que estuvieran dispuestos a pagar por su milagrosa fórmula. Y cuando llegaba a un pueblo, anunciaba su oferta y enseguida la gente lo rodeaba. Echaba agua en un recipiente, agregaba un colorante, repetía unas palabras mágicas mientras agitaba el agua. Lo que hacía era distraer la atención de la gente para dejar caer algunas piedritas de oro en el recipiente. Después vaciaba el agua y "milagro". En el fondo del recipiente aparecía la pepita de oro y siempre había un gil que cae. Siempre hay uno y que estaba dispuesto a pagar para hacerse rico. Y cuando aparecía la víctima, el faquir compartía su fórmula secreta. Decía: "Usted tiene que hacer lo mismo que yo hice. Pero cuando diga las palabras mágicas no tiene que pensar, no tiene que pensar en el mono de cara colorada". Y el tipo dice: "¿El mono de cara colorada?", así preguntaba el asombroso comprador. "¿El mono de cara colorada? ¿Y qué quiere decir?". Bueno, quiere decir que si usted piensa en el mono de cara colorada, las palabras mágicas no van a surtir efecto, se cancelan. Y ahí estaba la verdad de la cosa, la trampa. Porque cuando el comprador quería aplicar la fórmula mágica, no podía sacarse de la mente al mono de cara colorada. Por eso no se producía el milagro ni aparecían las pepitas de oro, ni podía reclamar. Un perfecto ladri el faquir. 

Y bueno, esto pasa en nuestras vidas, que a veces nos concentramos tanto en nuestra falta, tanto en nuestros defectos, que a veces olvidamos de perdonarnos, dejar pasar por alto esas faltas. Entonces uno vive pensando, metafóricamente hablando, en el mono de cara colorada, y lo importante es arrepentirnos de los actos, pero no quedarnos anclados ahí, seguir adelante. Ya está. El escritor Wayne Dyer decía: "La culpabilidad quiere decir que despilfarras tus momentos presentes al estar inmovilizado a causa de un comportamiento que ya pasó, del pasado". Entonces uno tiene que aceptar que uno se equivocó y eso nos va a permitir no repetir el mismo error en el presente o en el futuro, corto, mediano o largo plazo. Entonces, si tenemos baja estima, sentimos culpa porque no hacemos nada bien. Si somos perfeccionistas, sentimos culpa porque nada nos sale como quisiéramos. Entonces, según investigaciones muy importantes, la gente lamenta más los resultados negativos por acciones realizadas que iguales resultados negativos por no realizar ninguna acción. 

Cuando se investiga el arrepentimiento y se le pregunta a la gente de qué se arrepiente más en la vida, ¿sabes cuál es la tendencia? Pero unánime, común denominador. Es la de lamentar las cosas que no hicieron. Es como que a corto plazo lamentamos las acciones. A largo plazo nos arrepentimos de las omisiones de lo que no hicimos. A la larga, cuando uno envejece, cuando está por tomarse el último tren a casa, uno dice: "¿Por qué no hice más? ¿Por qué? ¿Por qué pequé tanto por omisión?". Thomas Gilovich, de la Universidad de Cornell, afirmaba que "un 75% de la gente se arrepentía de no haber hecho algo y un 25 apenas de haber hecho algo". Y él dice que "la mayoría de las acciones sobre las que sentimos algún tipo de remordimiento, de arrepentimiento, son aquellas por las que nos sentimos responsables y que cuánto más pensamos en ellas, más nos genera sentimiento de rabia, de culpa, de vergüenza". Por eso Maquiavelo dijo: "Es mejor hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse más tarde". 

Entonces podemos arrepentirnos por lo que hicimos, o podemos arrepentirnos por todo lo que no hicimos. Y en el primer caso, ya no podemos cambiar nada de lo que pasó. Pero podemos aprender. Podemos decir: "Bueno, tropecé con esta piedra y ya está. Tomo buenas decisiones en el futuro". Y en el segundo caso, podemos seguir dándonos con el látigo, lamentando "qué hubiese pasado si...". O bien, actuar y empezar a hacer que las cosas pasen. No qué hubiese pasado. Yo creo que uno tiene que dejar darle importancia al cuándo y centrarse en el cómo. El escritor norteamericano Napoleón Hill decía: "Tu gran oportunidad se puede encontrar justo donde estás ahora mismo" . Y escucha esto. La enfermera Bronnie Ware escribió un libro Los cinco mayores arrepentimientos de las personas cuando mueren. Y después de ocho años trabajando como asistente de enfermos terminales, ella recoge toda esta información y cuenta que los pacientes a punto de morir se sinceran con ellos mismos y reconocen que hay errores que hubieran querido corregir a tiempo. Pero hay cinco áreas donde se agrupan las culpas. Esto lo hablábamos recién con Villagrán, un poco en el aire y un poco fuera del aire, que nos quedamos charlando un ratito. No vivir como hubieran querido. Esa es una de las áreas que se arrepiente mucha gente, que vivieron como otras personas esperaban que vivieran. Segundo, dedicar mucho tiempo al trabajo y no haber logrado un equilibrio entre la vida laboral y la vida familiar. Tercero, no haber expresado sentimientos o no haber tenido la valentía de decir lo que querían, a quién amaban. Cuarto, el deseo incumplido de haber estado más tiempo con los amigos. Quinto, no haberse permitido ser más felices. 

Villagrán a cada rato decía: "Sé feliz". Lo dijo recién ante terminar la nota: "Sé feliz, no te olvides de ser feliz". Uno se olvida porque siempre uno añora lo que no tiene y cuando lo tiene no le damos la dedicación que tendríamos que darle. Entonces, los arrepentimientos más comunes cada vez que nos hacemos más viejos son estos: ¿Por qué no disfruté? ¿Por qué no dije? ¿Por qué no hice? Por algo Voltaire decía: "Todos marchamos descarriados. El menos imprudente es aquel que más pronto llega a arrepentirse". 

Y cierro con esto. Un cuentito chiquitito. Ya nos vamos. Había un preso sentenciado a cadena perpetua en su celda. No quería arrepentirse de su vida equivocada. Orgulloso, gritó que de alguna forma iba a escapar. Y el monarca, el rey, en un acto de gracia, de misericordia, le dijo: "Te voy a perdonar todo si encontrás la única salida existente". Entonces su celda tenía una roca suelta, una ventana alta, una salida de desagüe. El preso intentó llegar a la ventana. Le llevó años aflojar los barrotes para darse cuenta que la altura era tal, que si saltaba era boleta. El desagüe tampoco. Si bien estaba abierto, se ahogaría antes de llegar al río. Pasaron los años, decidió escarbar por la roca suelta, pero al otro lado había una celda igual. La soledad era impresionante, el encierro se hizo parte de él y antes de morir de viejo, el recluso, el reo, le dice al rey: "Me prometiste libertad. Pasé mi vida buscándola. Y no la encontré. ¿Cuál era esa única salida que me prometiste?" Y el rey le respondió: "Nunca me buscaste, nunca te arrepentiste. La puerta estaba abierta porque la puerta era yo, la salida era yo". El rey estaba dispuesto a perdonarlo, si el tipo buscaba el perdón. La soledad es la única cárcel que se cierra por dentro. Por eso insisto y adhiero a las palabras de Villagrán. Seamos felices, no nos olvidemos. 

Yo sé que hay un montón de cosas que nos faltan, que el país, que el gobierno, que la región, que el continente, que el mundo. Y es así señores, uno tiene que arrepentirse para seguir creciendo y no arrepentirse después cuando estemos allá en una cama de hierro, en un hospital, con sueros intravenosos, diciendo: ¿Y por qué no hice? ¿Por qué no dije? Como ese famoso cuento que se dice que fue de Borges, en realidad no creo que lo sea, pero por lo menos está acuñado como que fuera de él, que decía: "Si volviera a vivir, andaría más descalzo, me reiría más, comería más helados". Bueno, creo que de eso se trata. Eso sí, no pensar en el mono de cara colorada, no pensar en eso que a veces nos impide ser felices. 

Caramba, que uno puede ser feliz. Uno puede lograr contentarse, alegrarse con lo que tiene. Por eso me encantó la entrevista. Me encantó porque acá afuera del aire, desde que llegó a los estudios, Villagrán demostró que es un tipo que vive feliz y la pasó mal porque lo vetaron en México. En México me decía: "Soy el tipo más impopular que puede haber porque un tal Azcárraga, dueño de un gran holding en su momento dijo: "Acá no vas a trabajar". Nunca trabajó en México, el reconocimiento lo tuvo fuera de su tierra y sin embargo no pierde la felicidad, no pierde la buena onda. Creo que no piensa en el mono de cara colorada, creo que piensa en lo que sí la vida y Dios le dio. Señoras y señores, gracias por estar acá, gracias por hacernos compañía en este espacio tan especial. Nos vemos el martes que viene, Dios mediante, y que por supuesto tengan una divina noche.

¡Hasta la próxima! 

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